Reelección Psicológica: ¿Pecata Minuta?
Dentro del contexto de las últimas decisiones tomadas por AMLO, hábilmente presentadas a y aprobadas por la que él mismo bautizó como Convención Nacional Democrática, surge ahora un pendiente más para el 2012, ante la eventualidad de que Andrés Manuel decida postularse como candidato en los comicios presidenciales de ese año que hoy se antoja lejano: ¿cómo ser “presidente legítimo” de México, como le ha llamado su convención hace unos días, o “Presidente de México” como él mismo se llama hoy, y –asumiendo un triunfo por la vía electoral– presidente constitucional de México en el 2012?
La pregunta se adelanta a los acontecimientos, pues ciertamente AMLO no busca hoy ser candidato en el 2012. Su apuesta presente es incompatible con tal escenario y con cualquier otro que se enmarque dentro de las instituciones que ha desdeñado. Lo que busca es convocar a un Congreso Constituyente, formado probablemente por un millón de personas que voten a mano alzada las propuestas que más les convengan, del cual por lo pronto se le nombre Verdadero Presidente, Guía de la Patria o lo que sea menester.
Sin embargo, asumiendo –y deseando– que fracase en su anunciado intento por conseguir que su Congreso Constituyente dicte una nueva constitución para el país, y asumiendo también que las sólidas instituciones que los mexicanos nos hemos dado y defendido por largo tiempo funcionen, el sucesor de Felipe Calderón será elegido por muchos de nosotros en una contienda electoral democrática en el año 2012.
Ante tal posibilidad, sería lógico imaginar que el propio Andrés Manuel buscara participar en tales elecciones como candidato. Después de todo, es el candidato de la izquierda que más votos ha conseguido para sí y para su partido. Aquí es donde encuentro una traba difícil de superar en caso de triunfar en tal proceso: ser Presidente de México en el 2006 y en el 2012.
Entiendo perfectamente que su nombramiento por aclamación –similar al grito de ¡Santo Súbito! exclamado por muchos en el funeral del papa Juan Pablo II en El Vaticano– no produce efecto legal alguno –más allá de las posibles implicaciones en conductas delictivas por usurpación de funciones–, pero siguiendo estrictamente la lógica lopezobradorista, en donde sostiene que EN REALIDAD es Presidente de México, ¿cómo entonces serlo de nueva cuenta en el 2012?
¿“Mandará al diablo” también el principio de no reelección, punto toral que en buena medida provocó el movimiento revolucionario de 1910? Porque mentalmente, López Obrador, convencido de ser Presidente hoy, se estaría “reeligiendo” en el 2012. Al final de cuentas, nos dice Andrés Manuel, todo lo que “el pueblo” –cuyo único intérprete autorizado dice ser él, AMLO– pida es válido; todo es justificable. En tal hipótesis, López Obrador nos diría que “el pueblo” le requiere que gobierne “de nueva cuenta.” ¿Se atrevería a decir entonces que su nombramiento de “presidente legítimo” –según su Convención Nacional Democrática– o “Presidente de México” –como él mismo se proclama– de 2006 no fue verdadero? Si ponemos en perspectiva las acciones que hemos visto emprender a AMLO, su reelección psicológica sería cosa de nada, una raya más al tigre: pecata minuta.
En lo personal, prefiero ver a un México gobernado en paz por la persona que de acuerdo a nuestras leyes e instituciones tiene derecho al título de Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, que bajo las actuales circunstancias es Felipe Calderón Hinojosa. Quiero un Presidente de la República en diálogo permanente con un Congreso de la Unión plural como el que tenemos sacando adelante las reformas necesarias para continuar avanzando, apoyados por un Poder Judicial de la Federación cuya independencia se ha consolidado a partir de las reformas constitucionales de 1994.
Prefiero la democracia y la vigencia de nuestra constitución toda –no aisladamente del artículo 39 y la lectura descontextualizada que AMLO ha hecho–. Eso no es pecata minuta. Lo necesitamos para continuar nuestra transición democrática.